31 de diciembre de 2012

A veces despido el año con Vetusta Morla.

Ahora se van a cerrar todas las puertas de golpe. Se acabó, se fue y ya no habrá más. No habrá más que se llamen 2012.
Y como de costumbre se van a abrir de par en par 365 puertas con 2013. Tiene pinta de año mágico, aunque a mí no me guste, para nada. Pero eso es otra cosa.


Y como no me apetece entreteneros más, para nada, porque yo también tengo familia (y un vestido de la S que ponerme). Feliz año nuevo. 


Vetusta Morla - Año Nuevo

27 de diciembre de 2012

Mi apuesta para hoy, 'Up'!

La primera entrada de hoy va dedicada sin duda alguna a la película más bonita que he visto desde hace meses, 'Up'. Si se puede morir de amor, literalmente, es con esta película. Y lo voy a confesar, es la primera vez que la veo, y casi me ahogo con mi propio llanto. Os dejo el trailer para que lloréis conmigo.. Up! 


PD: Conozco a una persona, y no quiero señalar (@SergioDiaz_93) que no vio Up hoy por jugar a la play. Por dios, decidle que la vea, es amor. 

Con las luces encendidas, y las ventanas abiertas.

Últimamente parece que llego tarde a todas partes. Y cuando por fin consigo llegar las luces están apagadas y ya no hago falta. Si supieran lo que me cuesta dar cada paso me esperarían, pero no lo hacen. Todo sigue un ritmo demasiado rápido, y mis pies no están acostumbrados a moverse a ese compás. A ellos el 3/4 ya les parece insufrible. Pero todo sigue acelerando, metéis demasiadas notas en franjas muy pequeñas y eso es lo que pasa, que al final se estropea. Todo se acaba estropeando por no hacerlo bien. A veces creo que hasta la rotación de la Tierra va más acelerada de lo normal. Pero parece que no os importa. A ninguno. O alcanzo vuestro ritmo o cada vez que llegue será tarde. Solo me queda probar una cosa, parar. Frenar en seco y no moverme más, hasta que el mundo deje de estar loco, o yo recupere un poco la cordura. 

Ahora seré yo la que espere, si siempre llego tarde, debe haber alguien detrás de mí también, ¿no? Yo lo esperaré a él. Con las luces encendidas, y las ventanas abiertas, aunque sea de noche. Él va bien. El mundo es el que se ha vuelto loco. 


25 de diciembre de 2012

Cuando me gire entre la gente serás tú. Sí, ya lo verás.

No encontraba otra salida, y me quedé quieta entre la multitud. Todo el mundo tenía prisa, y yo ni siquiera sabía a donde iba. Chocaban conmigo, había demasiado ajetreo y yo solo necesitaba estar sola. Qué buen sitio, soltó mi yo interior con ironía. Lo miré con tal cara de “me da exactamente igual lo que digas” que solo fue capaz de darme una palmadita en la espalda y decirme que todo iba a ir bien, pero siempre con su humor incompresible y sin saber si está hablando en serio o riéndose de mí. 

Me sentía fuera de lugar. Parecía que iba a caer en redondo al suelo, sin consultarles a los demás si les parecía bien. Pero algo me sostenía. Quizás un ende mágico. El lugar cada vez estaba más concurrido y yo me hacía más y más pequeña por momentos. Intenté de alguna forma salir de allí sin éxito. 

Estaba apunto de caer, pero no me apetecía que nadie me viera. Las bolsas pesaban demasiado, y mi cuerpo. Sobre todo mi cuerpo. Cerré los ojos por un instante y pude verme en una habitación a oscuras, sin nada alrededor más que mi entera soledad. Creo que he encontrado mi ninguna parte, no lo recordaba así. Para nada. Qué descuidada he sido. Soy un desastre, aunque no sea nada nuevo. 

En un segundo recobro el sentido común a golpe de grito infante. No sé ni cuantas veces habré dicho que no me gustan los niños. Busco al semejante bichejo con la miraba y veo su rodilla sangrante. Involuntariamente, por instinto supongo, me acerco. No veo a su madre alrededor, ni nada que se le parezca. Saco un paquete de pañuelos del bolsillo derecho del abrigo, me quito los guantes y me arrodillo delante del niño. Le pregunto si está bien, mientras mojo el pañuelo con una botella de agua que tenía entre mis bolsas. Asiente, y le informo de que quizás le escueza un poco. Apoyo mi pañuelo contra su rodilla y espero a que pare de sangrar. Miro al niño, y no sé que decirle. Mi instinto maternal es totalmente nulo. O inútil según se mire. 

Cuando esta ya es capaz de articular sin dificultad, lo levanto y le digo “anda vete con mami”. Me da las gracias, y un tierno beso en el cachete. Supongo que es tierno, o eso es lo que dicen. Lo veo salir corriendo y darle la mano a una mujer mientras me señala. Esta hace amago de darme las gracias también y saludo de forma cordial. 

Me levanto, cojo todas mis bolsas y busco las llaves del coche. Me largo. Me doy media vuelta y de repente estás ahí. Me giré y estabas ahí. Riéndote de mí como siempre. Crees que agachando la cabeza no veo esa picara sonrisa, pero bueno, vamos a fingir que no la he visto. Debería ir a saludarte. Un paso al frente y todo el centro comercial se ha apagado. ¿Qué pasa? Un foco de luz sobre ti hace que sea capaz de verte pero, ¿y todo lo demás? Eres tú, eres tú y tus ganas, susurra algo desde mi interior. 

No quiero echarme a correr, no, no por favor. Lo último que recuerdo es pestañear y estar frente a ti. ¿Y ahora qué? ¿Dos besos? Supongo que es la forma que tiene de saludarse los amigos.¿Besito a papi?” te oigo decir. Y sonrío, claro que sonrío. Asiento, como una tonta atónita. Y cuando iba a darte un beso casto en el cachete, te giraste, como siempre. Y empecé a crecer. Mi pequeña yo, se volvió una gran yo entre la gente. 

Lo sabía. Sabía que cuando me girara entre la gente ibas a ser tú. Sí, tenías que ser tú.

Gracias Santa.


No podías haberlo hecho mejor. 

23 de diciembre de 2012

18 de diciembre de 2012

La comudad del anillo y los cortes publicitarios.

«Tres anillos para los reyes elfos bajo el cielo.
Siete para los señores enanos en casas de piedra.
Nueve para los hombres mortales condenados a morir.
Uno para el «Señor oscuro», sobre el trono oscuro
en la tierra de Mordor donde se extienden las Sombras.
Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos,
un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas
en la tierra de Mordor donde se extienden las sombras».



Esta noche toca pese a que cada corte publicitario dure 6 minutos. #GeekyTime

12 de diciembre de 2012

Todos los raros fuimos al concierto.

Hoy he descubierto que me gustaba esta canción. Apareció como de repente en mis cascos. Club de fans de John Boy. 



9 de diciembre de 2012

Estaba sentada bajo la lluvia. En el mismo banco de siempre.

Estoy congelada, necesito que vengas, que vengas de una vez por todas y me abraces, me recojas el pelo y sueltes un topicazo en plan “vámonos a casa”. Lo necesito, de verás que sí. 

A veces vengo aquí porque era nuestro, todo esto. Parecía nuestro. Pero hoy ha sido por pura inercia. No sabía a donde ir, no sabía qué hacer, sentía que iba a explotar, y quería salir corriendo. Y de repente me veo aquí, delante de este banco. Me siento y veo nuestros nombres con compás. Empiezo a temblar. Recorro con los dedos nuestras iniciales y dibujo un bonito corazón. 

Cierro los ojos por un instante y te noto tan cerca, casi puedo oler tu perfume. Inspiro. Noto tu mano subiendo por mi pierna, y tu nariz aproximándose a mi pelo. Te noto, de verdad. No quiero abrir los ojos. Inclino la cabeza y tu fría nariz empieza a deslizarse por mi moflete. ¡Ay, qué frío estás! Como siempre. Me giro y empiezo a notar que tus labios se deslizan cerca de los míos sin llegar a rozarlos. Siempre sabes lo que me gusta. Me muerdo el labio esperando lo inevitable, suspiro y de repente oigo un “¿está ocupado?” Abro los ojos rápidamente saliendo completamente de Oniria y veo a una mujer mayor cargada de bolsas. Asiento atónita e intento ayudarla pero mi cuerpo es incapaz de moverse, parece haberse petrificado. 

Pasan unos minutos hasta que recobro el aliento, que jamás debería haber perdido, y contesto a alguna de las inquisidoras preguntas de la señora. Va demasiado elegante. Si pudiera catalogarla en un estilo pictórico sería el barroco, seguro. Quizás elegante no es la palabra que andaba buscando, ostentosa. 

Oigo como felicita a otras personas de los alrededores sin saber por qué. Aún estoy conmocionada por ese momento tan irreal y espectacular que acabo de vivir. Estaba apunto de… y de repente llegó y me trajo de vuelta al mundo real. No quiero. Me niego. A veces no me explico como soy capaz de abstraerme tanto que ni siquiera oigo el ruido que hay a mi alrededor. 

Llevo mirando al suelo un rato, percibo de alguna manera, quizás mi sentido arácnido, que la señora se va a levantar y que la está esperando el coche negro de enfrente de la calle. Levanto la vista y le pregunto amablemente si necesita ayuda, con una voz demasiado aguda me responde que no, y me sonríe. Me da las gracias, y para cuando me ha felicitado, sin saber por qué, yo ya vuelvo a estar muy lejos de la realidad. 

Me vuelvo a quedar sumida en mis vaivenes, y apago la luz del exterior. ¿Por dónde íbamos? 

Inspiro. Me muerdo el labio, y vuelve a aparecer esa nariz fría rozando mi pómulo izquierdo. Me sonrojo. Me gusta que esté tan cerca, me gusta mucho. Me empieza a dar besitos castos en el cachete tan rápidos como sus labios le dejan. Me hace cosquillas. Qué tonto es, sabe que lo estoy esperando. Empuja con uno de sus dedos mis gafas, y creo oírle decir que parezco una abuelita todo el día con las gafas allá abajo. Me estremezco en el sitio. Me ruborizó aún más. Y mi nerviosismo empieza a ser perceptible a ojos de cualquiera. 

Vamos, hazlo ya.

De repente empiezo a oír un tintineo pero intento que no me saqué de mi mundo. Es imposible. Me noto pesada y ¿empapada? Abro los ojos, y está lloviendo, casi diluviando. No sé cuanto tiempo llevo sentada aquí. Las luces están encendidas, y no veo a demasiada gente en la calle. No me quiero ir. Quiero acabar mi historia. Este no puede ser el final. 

Intento evadirme otra vez por completo pero resulta imposible, tiemblo demasiado. Mi abrigo está empapado. Me levanto e intento meterme en el recinto más cercano. Como no parece haber ninguno abierto, me resguardo con los salientes del techo de un edificio. Busco el portal para sentarme hasta que la tormenta amaine y pueda irme a casa. Llevo demasiado tiempo haciendo la tonta. 

Encuentro la entrada del portal casi sin esfuerzo, y me siento a la entrada. Intento entrar en calor frotándome las manos, pero creo que incluso los guantes se han mojado. Estoy calada hasta los huesos. 

Sin ser consciente de ello el cansancio comienza a ser el portavoz y los parpados hacen lo que éste le ordena. He entrado en calor sin saber como y me encuentro bastante cómoda. No sé si estoy soñando. Pierdo la noción del tiempo. Estoy dormida en un portal cualquiera y no me importa. 

Noto un hormigueo en mi cara, no sé como llamarlo, es reconfortante, me gusta. No quiero abrir los ojos por miedo a que se acabe. Quizás esté soñando otra vez. Empiezo a pestañear y lo veo. Salto interiormente, creo que exteriormente también, y me despierta con un “¿qué haces aquí sola?”. No sé qué decir. ¿De dónde ha salido? ¿Dónde estaba? No lo había visto hace demasiado tiempo. Intento contestar, pero es inútil. Hoy mis cuerdas vocales están de huelga. Pongo expresión de incredulidad y me ayuda a levantarme. No sé a donde vamos, aunque tampoco me importa. 

Y volvemos a estar aquí. En el mismo banco de siempre. La lluvia ha cesado. No consigo decir nada. Se acerca a mí, y noto la punta de su nariz helada en mi cachete, creo que he empezado a temblar, posa su mano sobre mi muslo y con voz entrecortada creo oírle decir “te echaba de menos”, aunque no estoy segura. Se desliza hasta mis labios, por fin, y me besa. No puedo evitar responderle más que con otro beso. 

Coloca sus dos manos en mi cara y empieza a apretarla contra la suya, estamos muy cerca, más de lo que podía haber vuelto soñar nunca. Sonríe. Sonríe mientras me besa. Y le devuelvo la sonrisa. 

Se aleja por un momento, lo suficiente como para poder mirarlo de frente. Tiene los ojos rayados, o yo estoy delirando de la emoción. Paso mis manos por sus ojos y sin dejar de agarrar mi cara, hace que le mire y me dice “Feliz Navidad”.

4 de diciembre de 2012

Schrödinger’s cat.

Hi, I’m Thais and I’m going to tell something about me.
I've always been afraid of change, until I heard the story about “Schrödinger’s cat”.

In 1935, Erwin Schrodinger, in an attempt to explain the Copenhagen interpretation of quantum physics, he proposed an experiment where a cat is placed in a box with a sealed vial of poison that will break open at a random time. Now, since no-one knows when or if the poison has been released, until the box is opened, the cat can be thought of as both alive and dead.

Maybe you can’t understand what I wanted to say. Just like Schrödinger’s Cat, “the change” right now can be thought of as both good and bad. It is only by opening the box that you’ll find out which it is.

I hope that you have understood what I have said. I can’t be afraid of something, called change, if I haven’t tried these things.

Now I will always need to open the box.

Blancas o negras.

Me dedico a escribir notas en sucio y esto es lo que pasa: 

"Me llamas cuando incluso la Luna ya ha caído. No te entiendo, para nada, deja tu ebria pronunciación y hazme entender qué quieres de una vez.
¿Y si te necesito? ¿Me vas a reprochar haberte convertido en el rey del tablero?
Solo avanzas o retrocedes a pasos contados. Con pies de plomo. 
Ahora estoy frente a ti. y no sé si has elegido blancas o negras. 
Te toca mover, estoy temblando, a un golpe de derribar mi única defensa o de aliarte conmigo.
Voy a caer, lo sé.."



PD: ¿Qué ha pasado?