28 de diciembre de 2013

No nos vamos a besar esta noche. Y cómo me gustaría hacerlo.

Dime que nadie te besa mejor que yo con palabras,
que nadie te desnuda escribiéndote,
que nadie lo hace como yo.

Dime que mis versos son tus favoritos,
que nadie te ha recitado poesía al oído,
que nadie lo haría como yo.

Dime que prefieres mi prosa por encima de cualquier otra,
- y no solo mi prosa.

Dime que puedo seguir enredándome en tu pelo,
y colándome entre tus sábanas,
tan solo dedicándote unas líneas.

Dime que da igual cuántas te deletreen en sus cuadernos,
que prefieres mi mala caligrafía y mi excelente ortografía.

Dime que serías mi crucigrama de los domingos,
y mi sopa de letras de los martes,
y que te podría comer también.

Dime a cuántos medios besos estamos de volvernos a encontrar,
de volvernos a tocar.

Dime cuánta tinta falta para que se acaben las medias.

Enséñame todos los caminos que llevan a tus manos,
que los de Roma ya están muy vistos.

Cuéntame otra vez como llegamos a colisionar,
como si fuéramos estrellas,
como si fuéramos eternos.

Regálame una canción,
un acorde de guitarra,
un beso de despedida,
- pero de los que no dicen adiós sino 'hasta pronto'.

Dime cuánto falta para estar de nuevo atrapados uno dentro del otro.
Dime cuántas veces más me vas a mirar antes de ponerme entre tu espalda y la pared.
Dime cuántos finales alternativos hay para salir airosos de todo esto.
O dime si hay solo uno, y saldremos juntos.

Dime si me echas de menos cuando no estoy,
si me echas de menos cuando no te escribo.
Si me vas a echar de menos cuando acabe esta frase.

Dime si alguna vez me has leído,
si te gusta como lo hago.

Dime cuántas líneas más quieres que duremos,
o si quieres que te escriba siempre.

(No nos vamos a besar esta noche. 
Y cómo me gustaría hacerlo.
Desearte buenas noches y que todo se apague.)

Dime dónde va el punto y final o si esto acaba en suspensivos.

23 de diciembre de 2013

Cuentos chinos para niños del Japón, o eso oí decir una vez.

Habría roto las ventanas por él. 
Y hubiera recogido cada uno de los pedazos y los hubiera vuelto a unir, como si de un puzzle se tratara. 

Pregúntale si él lo hubiera hecho. 
Si (él) hubiera herido sus manos por mí, si se hubiera cortado para que yo no lo hiciera. 

Permíteme dudarlo. 
He oído más historias de caballeros y princesas de las que nadie ha escuchado jamás, y su nombre no salía en ninguna. 

Ojalá lo haga. Ojalá corrobore sus palabras.
Me mantendría callada, de verdad que lo haría, si viniera al galope de un corcel demasiado patoso. 

Pero sé que no lo haría. 

9 de diciembre de 2013

Echaba de menos el aura que entraba por mi ventana. Por si era él.

Se apagaron las luces. 
Me hice pequeña. 
Solo quedaba una vela en medio de la alcoba. 
Él fue la brisa que la apagó.
Y ahora duermo a oscuras. 
El viento era mi entropía. 

Y me encantaba. Él lo hacía.