25 de junio de 2014

Me he perdido durante un par de meses, o me he encontrado, no sé.

No sabía cómo se acababan las etapas, pero ya lo he entendido. 

Deberíais saber que he acabado segundo de bachillerato, con una clase maravillosa, y que he aprobado la PAU. También deberíais saber que voy a estudiar filosofía, y que no voy a ser docente. 
Pero sobre todo, deberíais saber que no sé superarlo. Que me gusta perderme y no encontrarme nunca. O quizás solo quiero que me encuentren. 
Ellos han hecho que pase unos meses maravillosos, y con lo mínimo que podría agradecérselos es con un vídeo.  


La publicidad no es cosa mía, es cosa del trial de Sony Vegas. 

21 de junio de 2014

Día 97.

Llevo tres meses, seis días y cuatro horas sin saber de ella. 

He estado mil veces apunto de rendirme. Ciento cincuenta copas después, puedo decir que soy incapaz de olvidarla. Hoy he soñado con ella. He soñado que me destrozaba la vida y que se quedaba contemplando desde un banco cómo me hundía en mis propias lágrimas. Inmutable. Impasible. Inhumana. 
No quiero que sepa que he vuelto a fumar. Me tiembla el pulso cada vez que enciendo un cigarrillo y se consumen las esperanzas de recuperarla. Nunca me habían querido tan mal. Aunque quizás yo no supe quererla demasiado bien. 
He leído hoy en la prensa local que lloverá mañana. Para mí, desde que se fue, nunca ha dejado de llover.

Llevo tres meses, siete días y trece minutos sin saber de ella. Pero nunca he dejado de recordarla. 


20 de junio de 2014

Etílicamente muerto.

Hoy ya he perdido la cuenta de las copas que llevo encima. 

Me he levantado oliendo a ginebra barata y lo primero que he hecho después de salir corriendo a vomitar al baño, ha sido servirme otro trago. Ya no sé si lo que me embriaga es el alcohol o sus medias en mi cajón. Se ha olvidado mi vida en el altillo. Ha salido corriendo por las escaleras arrasando todo a su paso. Odio acabar todos los días en el mismo tugurio, rodeado de historias que ni se le asemejan, suplicando el carmín de alguna chica de la barra para olvidar tu boca. Ya ni siquiera recuerdo como besabas. Soy incapaz de darme cuenta cuando comienzo a escribirte, pero sé que cada vez que lo hago pierdo. 
Tengo miedo de volver a rendirme ante esa falda demasiado corta y ese pelo demasiado alborotado. No merezco morir esperando tu llamada. He perdido mi teléfono hace semanas, tras unas copas de más y unos cabales de menos. Lo siento, no debería hacer esto, pero ya es demasiado tarde. Estoy pintando los colores de tu sombra en mi almohada, a ver si de una vez puedo dormir tranquilo. Aunque no sea en tu boca. Aunque ya no quieras volver.