1 de marzo de 2012

Es una historia que me inventé y no sé por qué.

La vi de lejos, con el pelo al viento y un paquete de tabaco en la mano derecha. Sacó su mechero y se puso un cigarro en la boca. Tiró el paquete al suelo. La brisa no dejaba que el cigarrillo prendiera pero al final lo consiguió. Mientras fumaba, y parecía relajada, miraba al cielo y dejaba que el aire azotará su cara. No sabía que estaba pensando. Su mirada era confusa. Y cuando estaba apunto de darme media vuelta e irme, la oí llorar. Un grito desgarrador de pena. Me daba miedo dejarla sola así. Y sacaba otro cigarro, lo encendí temblando y fumaba. Y no paraba de fumar. Y yo quería que lo dejase ya. Y no sabía si quería estar sola o necesitaba un abrazo. Y me decante por lo segundo. Paró de llorar en cuanto me vio.
¿Qué haces aquí? Y no supe que decir. Y me agache, me senté al lado de ella, y le pedí que me invitará. Yo te pago una caja. No hace falta. Cogí la caja y saqué un cigarro. Le pedí fuego, lo encendí y empezamos a fumar. 
¿Y que haces aquí, después de tanto tiempo? ¿Sigues estudiando? Sí, claro. Apunto de acabar estoy. ¿Y tu qué? ¿Cómo te va todo? Desde que dejaste el instituto no he sabido nada más de ti. Pues ya me ves. Queriendo dar marcha atrás. Queriendo huir de la primera fiesta en la que bebí. Tengo problemas. Y me persiguen. Me persiguen ellos. ¿Ellos quienes? Ellos, todos. Están en contra de mi. No te entiendo. 
Sí, si que la entendía, pero no quería hacerlo. Sabía que desde que dejará de estudiar iban a empezar a perseguirla. Su pasado. Y la ultima vez la vi en la esquina del bar, con cuatro vasos de cubata vacíos, y uno en la mano. Y hablando con cientos de hombres. Sí, hombres, y no chicos. 
No entendía porque estaba rodeadas de hombres de cuarenta y tantos. Y las copas iban y venían. Y se emborrachaba. Y ninguna pagaba. 
Dame otro cigarro. Si tu no fumabas. Y no lo hago, hay veces que simplemente hay que entenderos. Coge mi bolso, están los demás. 
No quería que viera las otras cajas. No habían otras cajas. Había un predictor rosa. 
¿Y esto? No lo sé. Y eso es lo que me pasa que no sé. 
Y de repente comenzó a llorar. A llorar de una forma incontrolable. Y a hablarme entre llanto. 
No sé de quien es, ¿vale? Y no me importa, no lo voy a tener. Soy demasiado joven. No lo quiero. Y es de una noche loca. Intentaba ponerme en su piel. Pero no podía. Era demasiado fuerte. Chillé su nombre al viento, y le dije, que se lo había advertido, que siguiera conmigo estudiando, que termináramos la carrera juntas, que no siguiera bebiendo y fumando que iba a tener problemas. Y paré. La miré y la abracé. Porque sabía que no era el momento de reproches. Hoy no, y menos en ese lugar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario