Quédate esta noche conmigo. No quiero estar sola. Y así lo hice. Cogí un taxi, fui a buscar un par de cosas y en menos de 20 minutos había regresado. Abrí la puerta con sus llaves y la vi tirada en el sofá viendo la teletienda, con cajas y cajas de cigarrillos encima de la mesa, y una copa en la mano.
Ven, siéntate aquí conmigo. Sé que necesitaba hablar, y esta noche toca escuchar. Coge un cigarrillo, yo invito.
Y entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Tienes el dinero? Continúo con la mirada en la tele. Cuando daba por perdida su respuesta, me dijo, No tengo ni puta idea. No lo quiero tener. Me arruinará la vida. Mira como vivo. No tengo dinero y este piso fue un regalo para vivir cerca de la universidad. Universidad a la que no voy, y ahora mismo daría lo que fuera por seguir a tu lado estudiando. Te dije que siguieras conmigo.
El ambiente era muy frío. Como la típica película en la que se ve un sofá y dos chicas sentadas mirando a la tele. Pero bueno, eso no importa.
Yo te puedo prestar el dinero. No, ya lo conseguiré. Además que ya tengo casi todo el dinero. ¿Cómo, si no trabajas? Cogió otro cigarro. Lo encendió. Las pausas eran muy frías. ¿Te acuerdas cuando me viste aquella vez con tantos hombres? Pensé que no me habías visto. ¡Claro que te vi! Y sentí vergüenza. Trabajo por 100€, cada uno.
¡No! No podía ser verdad lo que me estaba contando. ¿Por qué? ¿Por qué lo hace?
Necesitaba dinero. ¿Cómo crees que pago las facturas y el coche? ¿Y tantos cigarros?
Y no supe que decirle. Y no hablamos más hasta la mañana siguiente. Sin dormir. Solo estando cerca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario