30 de marzo de 2012

¿Vas a aparecer en algún momento de la noche?

¿Vas a aparecer en algún momento de la noche? Perdón, ¿vas a aparecer alguna noche? Llevo desde que nos conocimos, desde ese momento en el que no hablábamos, soñando con que algún día amanecerás aquí, conmigo. Cada noche aprieto los ojos muy fuerte, tanto que hasta me duelen, y te imagino cerca, muy cerca de mi, con tu aliento en mi espalda, tus manos entrecruzadas en mi cintura, y sabiendo que te quedarás aquí, todas las noches. Pero solo aprieto los ojos, y te imagino, después me duermo, y me despierto, temprano, tarde, a cualquier hora, pero no estás. Aparece. Aparece y dame un vuelco al corazón, y despiértame con un beso, por favor. Algún día. Cualquier día me viene bien. Sabes que la escusa es estar contigo. Pero despertarme contigo, despertarme contigo, sería lo mejor. ¿Te imaginas? Poder besarte cada mañana, aunque después te vayas. Poder tenerte un ratito cada amanecer, sería fantástico. Pero dime, ¿vas a aparecer en algún momento de la noche?


23 de marzo de 2012

Pero ponía Thais.

Me recorrió con la mirada desde el otro lado del salón. Yo lo vi desde que entró. Y supe que era para mi. Porque tenía Thais escrito en alguna parte de él. En el más recóndito lugar. Pero ponía Thais. 


11 de marzo de 2012

Deja de ser tan pedante.

- ¿Me querrás para siempre? ¿No me olvidarás nunca? ¿Me echas de menos cuando no estoy?
- Deja de ser tan pedante. Escúchame. Te querré hasta el fin de mis días, de tus días, de nuestros días. Te abrazaré, te estrujaré, me enfadaré y te besaré. Sin que haga falta ese orden. ¿Que si te olvidaré? Estaré contigo para siempre a tu lado, amándote cada día un poco más. Y claro que te echo de menos, echo de menos que no pares de besarme, echo de menos que te quemes por cualquier tontería y que me lo niegues, y que hagas tus absurdas locuras de quinceañera sin parecerlo. Te echo de menos en el silencio. Te echo de menos cada noche que no duermes a mi lado, cuando me levanto y otra vez soñé que estabas aquí. ¿De verdad piensas que no te echo de menos? Princesa, te quiero.

3 de marzo de 2012

Coge un cigarrillo que yo invito.

Esa misma noche nos fuimos de copas. Bebimos, nos emborrachamos, y me llevó a su apartamento. No seguía viviendo con sus padres como recordaba. Sé lío con unos cuantos antes de llegar a casa.
Quédate esta noche conmigo. No quiero estar sola. Y así lo hice. Cogí un taxi, fui a buscar un par de cosas y en menos de 20 minutos había regresado. Abrí la puerta con sus llaves y la vi tirada en el sofá viendo la teletienda, con cajas y cajas de cigarrillos encima de la mesa, y una copa en la mano. 
Ven, siéntate aquí conmigo. Sé que necesitaba hablar, y esta noche toca escuchar. Coge un cigarrillo, yo invito.
Y entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Tienes el dinero? Continúo con la mirada en la tele. Cuando daba por perdida su respuesta, me dijo, No tengo ni puta idea. No lo quiero tener. Me arruinará la vida. Mira como vivo. No tengo dinero y este piso fue un regalo para vivir cerca de la universidad. Universidad a la que no voy, y ahora mismo daría lo que fuera por seguir a tu lado estudiando. Te dije que siguieras conmigo.
El ambiente era muy frío. Como la típica película en la que se ve un sofá y dos chicas sentadas mirando a la tele. Pero bueno, eso no importa. 
Yo te puedo prestar el dinero. No, ya lo conseguiré. Además que ya tengo casi todo el dinero. ¿Cómo, si no trabajas? Cogió otro cigarro. Lo encendió. Las pausas eran muy frías. ¿Te acuerdas cuando me viste aquella vez con tantos hombres? Pensé que no me habías visto. ¡Claro que te vi! Y sentí vergüenza. Trabajo por 100€, cada uno. 
¡No! No podía ser verdad lo que me estaba contando. ¿Por qué? ¿Por qué lo hace? 
Necesitaba dinero. ¿Cómo crees que pago las facturas y el coche? ¿Y tantos cigarros?  
Y no supe que decirle. Y no hablamos más hasta la mañana siguiente. Sin dormir. Solo estando cerca. 

1 de marzo de 2012

Es una historia que me inventé y no sé por qué.

La vi de lejos, con el pelo al viento y un paquete de tabaco en la mano derecha. Sacó su mechero y se puso un cigarro en la boca. Tiró el paquete al suelo. La brisa no dejaba que el cigarrillo prendiera pero al final lo consiguió. Mientras fumaba, y parecía relajada, miraba al cielo y dejaba que el aire azotará su cara. No sabía que estaba pensando. Su mirada era confusa. Y cuando estaba apunto de darme media vuelta e irme, la oí llorar. Un grito desgarrador de pena. Me daba miedo dejarla sola así. Y sacaba otro cigarro, lo encendí temblando y fumaba. Y no paraba de fumar. Y yo quería que lo dejase ya. Y no sabía si quería estar sola o necesitaba un abrazo. Y me decante por lo segundo. Paró de llorar en cuanto me vio.
¿Qué haces aquí? Y no supe que decir. Y me agache, me senté al lado de ella, y le pedí que me invitará. Yo te pago una caja. No hace falta. Cogí la caja y saqué un cigarro. Le pedí fuego, lo encendí y empezamos a fumar. 
¿Y que haces aquí, después de tanto tiempo? ¿Sigues estudiando? Sí, claro. Apunto de acabar estoy. ¿Y tu qué? ¿Cómo te va todo? Desde que dejaste el instituto no he sabido nada más de ti. Pues ya me ves. Queriendo dar marcha atrás. Queriendo huir de la primera fiesta en la que bebí. Tengo problemas. Y me persiguen. Me persiguen ellos. ¿Ellos quienes? Ellos, todos. Están en contra de mi. No te entiendo. 
Sí, si que la entendía, pero no quería hacerlo. Sabía que desde que dejará de estudiar iban a empezar a perseguirla. Su pasado. Y la ultima vez la vi en la esquina del bar, con cuatro vasos de cubata vacíos, y uno en la mano. Y hablando con cientos de hombres. Sí, hombres, y no chicos. 
No entendía porque estaba rodeadas de hombres de cuarenta y tantos. Y las copas iban y venían. Y se emborrachaba. Y ninguna pagaba. 
Dame otro cigarro. Si tu no fumabas. Y no lo hago, hay veces que simplemente hay que entenderos. Coge mi bolso, están los demás. 
No quería que viera las otras cajas. No habían otras cajas. Había un predictor rosa. 
¿Y esto? No lo sé. Y eso es lo que me pasa que no sé. 
Y de repente comenzó a llorar. A llorar de una forma incontrolable. Y a hablarme entre llanto. 
No sé de quien es, ¿vale? Y no me importa, no lo voy a tener. Soy demasiado joven. No lo quiero. Y es de una noche loca. Intentaba ponerme en su piel. Pero no podía. Era demasiado fuerte. Chillé su nombre al viento, y le dije, que se lo había advertido, que siguiera conmigo estudiando, que termináramos la carrera juntas, que no siguiera bebiendo y fumando que iba a tener problemas. Y paré. La miré y la abracé. Porque sabía que no era el momento de reproches. Hoy no, y menos en ese lugar.