30 de noviembre de 2011

¿Y si hacemos un viernes astromántico?

Es como cuando te contradices y me sigues gustando cada vez más.

Es como cuando me dices siempre y para toda la vida. Y asiento con la cabeza, sin titubeo.
Porque no lo puedo dudar, porque es lo que quiero.

Me chillo, me grito, me insulto, me lloro, me hablo, te pienso y me entiendo. Y todo porque eres mio, porque estás aquí y nunca he tenido algo tan valioso como tu.

Y nunca he tenido nada, y de la noche a la mañana apareciste, y te convertiste en todo. Y me gusta. Y me asusta. Porque hay cientos como yo, más y mejores.

Pero una fe ciega, no solo me hace seguir, me hace creer. Believe in you. 

26 de noviembre de 2011

Permiteme echarte de menos.

¿Me permites echarte de menos? Y en el silencio, cuando nada más que mi voz interior se oye, que aparezcas. Y apareces, siempre apareces. Cuando el miedo me impide seguir, cuando no quiero estar sola, lo único que tengo que hacer es cerrar los ojos. Pensar en ti. Soñar. Soñar que te abrazo. Soñar que te beso.
Me haces compañía en las noches. En estas noches frías de invierno. Me haces falta. Sé que no es lo mismo imaginarte, dibujarte, evocar tu presencia en mi alma.. Y pensarte. Mucho. Tantas veces como horas hay al día. Que absurdo todo esto, si te tengo para mi. Pero me gusta cerciorarme de que no es lo que tanto añore en noches vacías, entre sueños rotos. Me gusta comprobar que estas aquí. Que apareces sin más. Que no tengo porque pedirlo. 
Quizás por eso, quiero que me permitas echarte de menos.. para saber que no es un sueño que estás aquí.

23 de noviembre de 2011

Y nadie me pudo frenar.

Como cuando te aparecías sin habértelo pedido. Y venías sin avisar e intentabas hacerme caer de nuevo, una y otra vez en tus redes. Para en cualquier momento volvérmelo a hacer, dejarme atrás, pensando que me quedaría quieta otra vez. Pero esta vez, me eche a correr y escape, y nadie me pudo frenar. Y salí al fin. Y ya no me hipnotiza tu mirada, y tus versos pasados son ahora gritos de espanto. Y lo pude encontrar, a ese especial. Vi como al final fue mejor huir que esperar.




20 de noviembre de 2011

O una gramática previamente organizada.

Me gustan estas noches, en las que pasan las horas y parece que el tiempo no avanza. Me gusta buscar respuestas, a algunas de las miles de preguntas que tengo diarias, mientras escucho alguna pieza de Debussy. Me gusta, ver toda la calle mojada, empapada tras la lluvia.
Es acogedora esta cama desde donde estoy escribiendo. Cierro los ojos, no porque tenga sueño, si no porque me gusta imaginar todo lo que puede pasar de ahora en adelante. Aunque suelo improvisar. Que no este todo pensado.
No me había parado nunca a escribir así, tan espontanea, sin pensar si uso, un vocabulario correcto, o una gramática previamente organizada. Tal vez solo tenia ganas de escribir un rato, alguna estupidez sin importancia. Creo que me voy a ver la tele. Buenas noches a todos, hasta mañana.

19 de noviembre de 2011

No sé por qué pero para mi, ninguno es un defecto.

Eres inteligente, atractivo y compacto.
Eres simpático y sarcástico.
Eres ingenioso, entrañable y adorable.
Eres odioso y admirable.
Eres cautivador, elegante y rebelde.
Eres seductor y tentador.



Eres mio..



17 de noviembre de 2011

Como cuando te dibujaba entre mis sábanas.

Viene sin imaginarmelo y me arropa en mi cama, se acuesta a mi lado, posa sus manos en mi vientre, y noto su aliento en mi cuello. Dejo de pensar como hubiera sido el momento en el que llegaras a mi cama, porque ya estás aquí. Increíblemente perfecto. 
Tras unas vueltas para encontrar la posición correcta, caigo rendida sin más entre las sábanas y tus brazos. Y en un momento despierto, y te siento, y sé que te tengo al lado, y que no es mentira, y que no es otro sueño, como cuando te dibujaba entre mis sábanas, ahora ya estás aquí, a mi lado.
Y girarme de tal manera, en la cual acabemos fundidos en un abrazo, de esos que siempre recordaremos, de esos que no se olvidan.
Y seguidamente empiezo a jugar, recorriendo con mis dedos todo tu cuerpo.
Y te sonrió, y me sonríes.
Y todo dentro de mi cama, entre estás sábanas, en las cual aun yace tu aroma.

10 de noviembre de 2011

Era un querer salir corriendo.

Nunca debió reaccionar así. Puede haber miles de tópicos en los que se dice que llorar es de débiles, y de personas sumidas en la tristeza. Pero ella no era de estos casos. Lloraba porque lo tenía, entre sus brazos, abrazándolo fuerte, y sin separarse de él, buscando la razón de por qué estaba allí, junto a ella. Lloraba de felicidad, y de rabia. Nunca entendió porque tan poca confianza en sí misma, en estos aspectos. Lo necesitaba, a él. Y lo echaba de menos al despedirlo, cuando ni aun siquiera se había dado la vuelta, lo echaba de menos, y lo veía irse, caminar con ese paso firme, que lo hacía destacar entre los otros. Era un querer salir corriendo detrás de él y no poder, agarrarle de la mano, y que se parase, y la mirase, fijamente,  mientras el tic-tac del reloj se detenía. Y que en un instante se desvaneciese en el suelo, no por un sentimiento de tristeza, si no de no querer separarse de él ni un solo momento. 

6 de noviembre de 2011

Adiós Mónica. Parte IX.

Era eso. Eso es lo que le hacía falta decirle. Porque ya no te quiero. Al acabar de pronunciar la frase, se hizo un silencio. De esos que no sabes cuánto va a durar, ni siquiera sabes si va a acabar. Se desplomo en el asiento, la rabia no la dejaba reaccionar. Mientras el recogía las pocas cosas que había llevado y se marchaba por la puerta de la cafetería. “Adiós Mónica”.
Y justo unos minutos después ya le estaba llamando. Para preguntarle porque se había ido, porque la dejo así, nunca lo había hecho. “Te repito que ya eres una más.” Y colgó la llamada, y fue a la agenda y borro su número, de una vez por todas. Ya no le hacía falta. Acto seguido llamo a su enana. Y le conto todo lo que había pasado. “Déjame verte.” Es lo único que supo responderle. Poco después estaban, donde el cumple y los domingos astrománticos. Se acerco, y lo abrazo, como nunca antes lo había abrazado. Y de su desgarrada voz solo salían pequeñas frases, “gracias, por no haber dado marcha atrás, por seguir aquí a mi lado, gracias por todo esto…” Dejo de hablar. Las palabras a veces sobran, y muchas se las lleva el viento. Nunca los vi tan unidos, como ahora. Parece que a veces deben haber tormentas para saber cuando realmente sale el sol. Quizás solo se trate de uno de tantos momentos que les quedan por vivir. Habrá mejores momentos, y peores, pero estaban dispuestos a superarlos. Dejadme deciros que no acabo ahí. Esto es de lo que no se debería contar…
“¿Me perdonas? ¿Por qué? Por no haber sido claro desde el principio con ella, y decirle que te tengo a ti. No importa. ¿De verdad? En serio. La que te tiene aquí y ahora soy yo.”

Adiós Mónica. Parte VIII.

Discutieron de una forma atroz, y de lo más violenta. Le explico que ya no volvería a mirar atrás, que no volvería a mirar por ella. Que ha conocido a alguien, que aparentemente le llena. Que lo abraza en las noches frías, y lo arropa con su cuerpo a modo de manta. Y lo besa. Y la siente. Y le gusta. “Y no se parece a ti, que ya no sé en qué clase de persona te has convertido. Eres de lo más monótona, has cambiado tanto que no creo que te reconozcas ni tú misma frente al espejo. Que me lo has hecho pasar mal, muy mal, pero ¿sabes qué? Que no te guardo rencor. Pero ten por seguro que ya no volveré a por ti. Te espere durante mucho tiempo, y aunque no lo creas lloré y soñé con esos abrazos que nunca me diste, con esos besos en los que siempre era yo el que te los robaba, soñé con cada parte de tu ser, con tu manera de sonreír, y con ese humor casi inexistente que tienes. Soñé una y otra vez con que te dejarás de una vez querer por mí. Con que volvieras. Con que fuera yo lo que buscabas, y que en otros no encontrabas. Pero se acabó. Porque hace meses que todo esto se esfumo. Hace meses que ya no siento nada al mirarte. Ya no tienes tu algo que me hace quedar hipnotizado. Ya no tienes esa gracia, ni esa chispa que me hacia prendarme de tu ser. Para mí ya eres una más. Una muchacha más, que al pasar por mí siento indiferencia. ¡Porque ya no te quiero!”

Adiós Mónica. Parte VII.

No sé cómo consiguió mi número, pero lo hizo y me cito. Sabía que la conocía desde tiempos inmemoriales. Me resolvió todas las dudas que ella tenía. Y comprendí de una vez por todas por qué ella se sentía así. Pero, no tenía ni la más mínima razón, pues él no quería nada con la otra desde hace meses. ¿Cómo? Sí su magia ya no le hace efecto, desde que apareció una enana en su vida. Su enana. Y no hay día en que no se acuerde de ella.
La otra es su pasado, su bonito pasado, o no, no lo sé. No quise entrar en detalles, tampoco lo conozco para eso. Pero me dijo que ahora la única que le importaba era ella, es su presente.
“Me gustan, sus locuras, su manera de mirarme y sonreírme, me gusta cuando me pone nervioso, y no controla esos impulsos que la llevan a besarme de tal manera que me deja sin saber qué hacer.
Y no entiendo cómo se pregunta si soy capaz de cambiarla, creo que la respuesta es evidente.”
Más que evidente. Notaba una sinceridad plena en sus palabras. Pero quedo con la otra, una vez más para aclararle que ya no podía haber nada entre ellos. ¡Qué se acabo! ¡Qué él ya no te espera más! Lo único que me pidió, discreción, no quería que se ella se enterase. Le dije que no diría nada. Y así lo hice. 

Adiós Mónica. Parte VI.

Ha quedado con él. Donde siempre. Donde el helado de cumpleaños. Una cómica historia esa. Él día después del cumpleaños de este chico, ella le compro una tarrina de helado, unas velas y unos globos. Pero no las típicas velas de los numeritos, no, sí no de esas que tienes que soplar una barbaridad para que se apaguen, de las finitas, que vienen cientos en un paquete. Lo preparo todo en unas escaleras por fuera de su casa. Lo llamo y cuando salió, cumpleaños feliz, cumpleaños feliz… ya os sabéis el resto. Pues, quedaron en ese lugar. El domingo al atardecer.
Hoy es domingo. Fue completamente desarreglada y mientras se acercaba al lugar, los ojos se le rayaban cada vez más, y su ser se estremecía. Lo vio de lejos, caminado hacia ella. Aceleró su paso y se abrazo a él, y empezó a llorar, pensando que era la última vez que lo iba a abrazar. No entendía por qué lloraba. Él no había hecho nada. Le seco las lágrimas, y la llevo hasta las escaleras. Para su sorpresa, esas escaleras grises, y sucias, estaban llenas de pétalos, y había velas por doquier. Cayó al suelo, dejándose deslizar entre sus piernas y acabando sentada de una forma un tanto peculiar. Se puso las manos en la cara, intentado secar las miles de lágrimas que caían de esos ojitos achinados marrones que tiene. “¿Te gusta?” No le gustaba le encanta. Se sentó en el suelo con ella. Le paso el brazo por encima, despejo su cara, y la beso. Sin decir ninguna palabra, no hacía falta.
Pasaron varios minutos hasta que supo cómo reaccionar. Gracias. Hay veces que resulta de lo más seca, pero no era este el caso. Ese gracias, contenía más de mil sensaciones. De repente su llanto pasó de ser de tristeza a convertirse en felicidad. Ya no quería preguntarle nada sobre la otra, no importaba. ¿Me escuchas? ¡No importas! Y no era el momento, se transformo todo en uno de esos que no serias capaz de olvidar. Anocheció, y salió la luna. Una de esas lunas llenas en las que él está presente. Y se convirtió en un domingo astromántico.
Cosas como esa  hacen que sus miedos se esfumen, y se dé cuenta de que no la cambiaría, ni por ella, ni por nadie. 

5 de noviembre de 2011

Adiós Mónica. Parte V.

Me encanto hablar con ella, no saque nada en claro de porque hacia un par de semanas que no hablábamos, pero me encanto que me lo contará todo. Parece que vuelve a confiar en mí, aunque sí alguna vez lo dejo de hacer, no sé qué motivos tendría.
Creo que eso fue todo lo que hablamos, y si no todo, la mayor parte. Fue una buena tarde sin duda.
Esta mañana me ha llamado. Llorando. Se me estremeció el alma al oír sus llantos. Odio verla llorar. Y que lloré de esa forma conlleva a que este triste, y que haya pasado algo de tal calibre que no pueda controlar. Estuvimos hablando un buen rato. Apareció su ex, la ex de él, “reclamando lo que es suyo”. Y no para de llamarlo, ni de enviarle mensajes, lo acribilla a indirectas, habla mal de ella sin razón, y ella tiene miedo, mucho miedo. ¿Y si se lo lleva? ¿Y si la cambia por ella? ¿Y si la olvida por qué ya la otra está de vuelta? Me da miedo, sí, a mi me da mucho miedo esta situación. No quiero que vuelva a encerrarse en sí misma como hace meses. Le he dicho que hable con él, creo que es lo mejor. Pero cree que ya ha sucedido. Que ya se han besado, que se ha deslizado por todo su ser…
A veces pienso que se precipita en sus veredictos. Que no razona lo suficiente. ¡Pregúntale! Antes de empezar a llorar. Dile que si te cambiaría por otra, por ella. Él le cuenta cuando queda con ella. No es que le importe, bueno, sí, sí que le importa, a la vista está. Ella no es una amiga más. No, no lo es. Alguien a quien le has dado todo, no es una amiga. Y le duele, y se calla.
“Y sé que a veces piensa que, que está haciendo conmigo, que soy una enana.” No puede volver a ser lo que era. No quiero. No se lo permito. ¿Otra vez esa chica depresiva? No. Me colgó. Así, en pleno llanto. Quizás necesite reflexionar. 

2 de noviembre de 2011

Adiós Mónica. Parte IV.

Ni por un solo segundo se le escapo su nombre. No tengo ni la más remota idea de cómo se llama. Pero eso no importa, ni lo más mínimo. Me conto como paso todo. Y porque era uno de esos “amores mal vistos”. Es mayor que ella. La gente no lo entiende. Nadie llega a entender como él es capaz de sentir algo por ella.
Creo que nunca entenderé lo de la diferencia de edad. Sí la hace feliz, ¿qué más da? Si se gustan, si sus cuerpos al sentirse se hacen uno. Si cada día que pasa a su lado es mejor. Sí la entiende, si la escucha, si la abraza, si la busca, si se preocupa y todo por ella. ¿Qué más da?
También se que tiene miedo. “Tengo miedo de que venga otra y me lo arrebate. Que se encapriche de él y todo lo que quiera sea quitármelo. Y me asaltan miles de dudas. Todos tenemos un pasado. Creo que esto lo hace mi subconsciente, únicamente para fastidiarme. Pero después lo miro y todo cambia. Me rompe completamente con sus ‘me gustas’ inesperados y sus besos robados. Vale, lo reconozco, me encanta.”
Él era quien la acompañaba, cuando se sentía sola. Quien la abrazaba y quien la besaba sin medida. Sé daba cuenta de cuan especial era para ella, cuando físicamente y espiritualmente estaba sola. Y solo tenía que cerrar los ojos, y verlo a su lado. Y notar su calor.
Hace unos meses era una persona completamente diferente, quizás era una mala etapa. Excluyendo a la familia, sentía que verdaderamente nadie la quería, que a nadie le importaba. Supongo que no le gustará que cuente esto pero, se pasaba los días llorando, encerrada en su habitación, sin decir nada. Queriendo gritarle al mundo, y preguntarle todo lo indiscutible.
Tuvo una de esas etapas, en que no conoces a nadie nuevo, no sales, te rechazan por tus preferencias, te excluyen sin más, y no sientes apoyo. No hacía más que estudiar, y crecer. Hacerse mayor de repente.
La recordaba riendo a carcajadas, por cualquier cosa. En esa época le intimidaba todo lo externo a ella. Hasta que un día sin más. Se acabo. Se acabo todo eso. Y volvió a sonreír, y sus días ya no eran grises, y salía el sol. Y un día de lluvia, era porque “algo” quería hacerla sentir como Gene Kelly.
Se volvió de un positivo irritante. De un todo pasa por algo. La conozco hace tanto, tanto tiempo que he vivido todos sus estados de ánimo. Sus alegrías, sus penas, sus rabietas, sus enfados… TODO. Y nunca me arrepentiré de haberlo vivido con tanta intensidad.
Sé que en cuanto a relaciones, ninguna le ha salido bien. No llegan ni a considerarse eso. Por eso creo que valora tanto a este chico, del que tanto habla. Porque en dos palabras la hace volar. 

1 de noviembre de 2011

Adiós Mónica. Parte III.

No dejaba de mirar su teléfono, como una niña desinquieta. No parecía que quisiese irse de allí, pues cuando me vio me abrazo de tal forma que me quede anonadada, y solo supe devolverle el abrazo. Le pregunte porque lo hacía, me dijo que solo miraba la hora, una de sus manías. Deberías llamarlo. Le dije con una total indiscreción. Me contesto que no era eso, simplemente que lo echaba de menos. ¡Lo sabía! Sabía que no era la hora. Él también está pensando en ti. Aunque no lo creas, él también está mirando el móvil para ver si lo extrañas y le das una perdida, o un simple mensaje. Me miro, cogió su teléfono y se puso a escribir. Al acabar me dijo “Gracias, era lo que me hacía falta.” Siempre esperaba a que fuera él. No quería resultarle pesada. Me enseño el mensaje, muy corto pero si se manda a la persona adecuada conmovedor. “Te echo de menos.” Fin. Eso era todo. Pero más que suficiente. Guardo su móvil, y me siguió contando.
Me emociona tanto. Esa euforia, tan equivalente a su ternura al decir las cosas. No deja de sorprenderme. Nunca ha dejado de hacerlo. Me enternece simplemente cuando me decía cosas como “Todo es diferente con él. En serio, verdaderamente me hace sentir como si fuera la única que le importa. Aunque en realidad no creo que sea así, pero me encanta pensarlo.” Sabe que es la única. Se engaña creyendo que no. Es muy sensible. Aunque a veces parezca todo lo contrario, y disimule, le encantan las ñoñadas como a la que más. Se nota que le gusta cuando él esta cursi. Porque la embriaga entre palabras. Le gusta cuando se cuela entre sus sábanas, cuando la abraza, y la engaña robándole un beso. Le gusta cuando le sonríe, y le repite que le gusta, le gusta ella, con sus más y su menos, con sus miles de defectos, entrañables defectos, con sus fobias raras, y sus miedos descomunales por cosas sin sentido, le gusta cuando lo hace sentir en una nube y que nada más importa, cuando pasa horas y horas con ella, y parece que el tiempo vuela.