6 de noviembre de 2011

Adiós Mónica. Parte VIII.

Discutieron de una forma atroz, y de lo más violenta. Le explico que ya no volvería a mirar atrás, que no volvería a mirar por ella. Que ha conocido a alguien, que aparentemente le llena. Que lo abraza en las noches frías, y lo arropa con su cuerpo a modo de manta. Y lo besa. Y la siente. Y le gusta. “Y no se parece a ti, que ya no sé en qué clase de persona te has convertido. Eres de lo más monótona, has cambiado tanto que no creo que te reconozcas ni tú misma frente al espejo. Que me lo has hecho pasar mal, muy mal, pero ¿sabes qué? Que no te guardo rencor. Pero ten por seguro que ya no volveré a por ti. Te espere durante mucho tiempo, y aunque no lo creas lloré y soñé con esos abrazos que nunca me diste, con esos besos en los que siempre era yo el que te los robaba, soñé con cada parte de tu ser, con tu manera de sonreír, y con ese humor casi inexistente que tienes. Soñé una y otra vez con que te dejarás de una vez querer por mí. Con que volvieras. Con que fuera yo lo que buscabas, y que en otros no encontrabas. Pero se acabó. Porque hace meses que todo esto se esfumo. Hace meses que ya no siento nada al mirarte. Ya no tienes tu algo que me hace quedar hipnotizado. Ya no tienes esa gracia, ni esa chispa que me hacia prendarme de tu ser. Para mí ya eres una más. Una muchacha más, que al pasar por mí siento indiferencia. ¡Porque ya no te quiero!”

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