30 de julio de 2013

Piso 23.

Cerrará las ventanas para no oírme gritar, pero sus intentos serán en vano. Se desgarrará por dentro, llorará tanto como yo lo hice, y lo peor es que ni siquiera lo podrá evitar. Arrojará cada uno de nuestros recuerdos a la basura tratando de soportar el dolor que le ocasionan esas fotos, y yo estaré esperando a que se dé cuenta de que se está equivocando. Gritaré por la ventana, tan alto como mis cuerdas vocales me lo permitan. Vamos a ser felices de una vez por todas, vamos a intentarlo una vez más. Ya no hay nada que perder, los marcadores están a cero, y tú y yo completamente rotos. Empecemos por remendar cada corazón que una vez partimos. Todo va a sonar a risas en cuanto decidas salir y abrazarme, porque sé que lo harás, mientras miras arder la papelera tú también te quemas por dentro. Tienes cara de estar sufriendo, y ni siquiera puedo verte, pero lo siento, tanto como si estuvieras cogido de mi mano. Has acariciado tantas veces mi pelo que es como si siempre estuvieras aquí, como si nunca te hubieras ido, como si no estuvieras en esa vieja habitación del piso 23. Estaremos vivos, más vivos que nunca siempre que se incendie todo lo malo y dejemos paso a lo bueno. Más vivos que las llamas de los atardeceres de verano y que la nieve en pleno invierno. Tan vivos como sabemos hacerlo nosotros. Ardiendo entre las sábanas del adiós que nunca llegó, y en las que siempre había sitio para los dos. Volarás en esta noche reversible hasta mi cama, abrirás la ventana y te dejarás querer de una vez por todas. 

Oigo tus pasos por las roídas escaleras de madera bajando a toda prisa, y ahora solo sé que estás llegando, que el pomo de la puerta está girando y que eres tú el que está corriendo para abalanzarse sobre mí. Por fin. Esta vez será la buena, te lo prometo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario