20 de junio de 2014

Etílicamente muerto.

Hoy ya he perdido la cuenta de las copas que llevo encima. 

Me he levantado oliendo a ginebra barata y lo primero que he hecho después de salir corriendo a vomitar al baño, ha sido servirme otro trago. Ya no sé si lo que me embriaga es el alcohol o sus medias en mi cajón. Se ha olvidado mi vida en el altillo. Ha salido corriendo por las escaleras arrasando todo a su paso. Odio acabar todos los días en el mismo tugurio, rodeado de historias que ni se le asemejan, suplicando el carmín de alguna chica de la barra para olvidar tu boca. Ya ni siquiera recuerdo como besabas. Soy incapaz de darme cuenta cuando comienzo a escribirte, pero sé que cada vez que lo hago pierdo. 
Tengo miedo de volver a rendirme ante esa falda demasiado corta y ese pelo demasiado alborotado. No merezco morir esperando tu llamada. He perdido mi teléfono hace semanas, tras unas copas de más y unos cabales de menos. Lo siento, no debería hacer esto, pero ya es demasiado tarde. Estoy pintando los colores de tu sombra en mi almohada, a ver si de una vez puedo dormir tranquilo. Aunque no sea en tu boca. Aunque ya no quieras volver.

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