13 de febrero de 2013

Estado: Inaccesibilidad emocional.

Me llamó cuando ya las calles habían caído, no le entendía bien, no sabía lo que quería. Lo último que le dije fue "espérame, voy para allá". Colgué el teléfono, me enfundé mis vaqueros lo más rápido que pude, cogí la cazadora y el bolso y salí corriendo. Espero tenerlo todo. 

Cuando llegué lo vi sentado por fuera de las escaleras de su apartamento, con la cabeza gacha y las manos apoyando a esta. Me acerqué con cautela, y quizás con un poco de miedo, ni siquiera levantó la cabeza para asegurarse de que era yo, me jaló de la mano y me agachó delante de él. No conseguía decir palabra. Solo lo oía sollozando, y no es que tenga predilección por ello. Lo abracé, como pude, y lo intenté levantar ofreciéndole mi mano. La miró con recelo pero enseguida la aceptó, me quité la chaqueta y se la puse por encima. Pasé mi brazo por encima de sus hombros y lo llevé hasta el sofá. Cogí las llaves que había dejado colgando y cerré la puerta. Me senté con él, justo a su lado, sin emitir un sonido que no fuera mi respiración.

Estaba esperando, esperando, para acribillarlo a preguntas, pero no había situación más clara que me diera a entender que no era el momento. Y no hice nada. Solo permanecí ahí, inmutable y prácticamente inerte. Cuando ya di todo por perdido, levantó la cabeza entre mil lágrimas, me miró y dijo "gracias". 
Y volvió a su estado de inaccesibilidad emocional. 

Lo único que se me ocurrió fue darle la mano, sabía que pasaríamos así el resto de la noche. 

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