1 de noviembre de 2013

Deberías haber cesado mis gritos, o haberlos hecho interminables.

Deberías haber pasado por mí tantas veces como yo lo he hecho por ti. Deberías haber recogido las hojas de un otoño perenne, para demostrarme que nada es imposible. Deberías haberte perdido en mi falda, tantas veces como yo me perdí en tus bolsillos. Deberías haberme regalado todas las estaciones del año una vez más. Deberías haber tomado el primer vuelo y no el último. Deberías haberme recorrido desde los pies a la cabeza, y no al revés. Deberías haberte quedado pegado bajo las sábanas de los “hasta luego” y no parar de sentirme. Deberías haber impuesto mano dura en mis dudas, y en las tuyas. Deberías haberte llevado todos mis miedos con solo dos palabras. Pero sobretodo, deberías haberte desnudado del todo para mí, porque yo sigo desnuda para ti. Encontrándome con las esquinas de tu alma cada vez que tropiezo, y rompiendo los muros inquebrantables de al lado de tu pecho.

Deberías acabar de desnudarte, y hacerlo solo para mí.

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