24 de octubre de 2011

Adiós Mónica. Parte I.


Lo último que supe de ella es que se enamoro. De uno de esos amores imposibles. De esos prohibidos. De los que no están bien vistos. Lo veía cada semana. Y ya era incontrolable no ponerle esos ojitos encantadores. Era incontrolable centrarse. Estaba tan cerca pero tan lejos. ¿Cómo llamar su atención? Si ni siquiera pensaba que nada fuera a trascender. “Esto no llegará más allá.”- Se repetía constantemente. Y mientras sus ilusiones se desvanecían, seguía algo ahí dentro que decía ¡INTENTALO! Lo intentaba dejar pasar, pero eran más fuertes que ella, sí sus sentimientos. No podía parar de sonreír al verlo. Creía que él no lo notaba. Se equivocaba. Pero nunca le hizo un gesto más allá de lo habitual, era de esos que se disculpaba al tocarle la mano. Un poco atípico. Pero a ella le encantaba. No sabéis de qué forma. Como cuando sientes ese absurdo cosquilleo en el estomago al verlo. Ella sabía de qué iba eso. Le gustaba. Le gustaba todo lo relacionado con esos absurdos sentimientos y sus consecuencias. Nunca llegaré a entender como fue capaz de atreverse. Hasta tal punto de conseguirlo. Ella es de las que sonríe sin cesar, de las que atrae con su conversación y sus ideales. No se consideraba guapa, pero si inteligente. Tiene sus días malos, sus días buenos, como todos, pero esa picaresca chispa de sarcasmo la hace irresistible. Hay días que no la soporto, días en los que quiere creer que el mundo se le viene encima. Días en que solo piensa en ella. Odio cuando usa su tosca ironía para defenderse de esos mini ataques que le lanzo. Cree que no la conozco, y se equivoca. Cree que no confío en sus posibilidades, y se equivoca. Aunque tal vez no lo sepa, siempre he confiado en ella. Siempre he sabido que piensa en cada momento, y que va a hacer a cada paso que da. No necesariamente necesito que me busque. No me importa si se olvida de mí, o si solo pretende buscarme en malas etapas. En verdad, mi prioridad es ella. Y su felicidad. Creo que ahora lo es bastante. Por fin lo ha conseguido, aunque ni siquiera me ha llamado para darme las gracias. Últimamente anda de un lado para otro revoloteando entre la gente. No consigo tener una de nuestras conversaciones. Sí, ya sabéis a que me refiero. De esas conversaciones, largas y amenas, en las que nos contamos todo lo que está pasando. Creo que debería llamarla yo, si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma, y creo que esta vez será así.

Hay veces que la veo pasar a mi lado, y no gira su cabeza para saludarme. No la entiendo. Yo siempre he estado ahí. ¡Soy la de siempre! Yo no he cambiado. Tal vez, este creciendo muy rápido. Tal vez ella me ha dejado atrás. No quiero creerlo. Me creía una pieza fundamental en su vida. Parece que van cambiando sus prioridades. Pero sé, y estoy completamente segura de que se dará cuenta. Se dará cuenta, de que soy yo la que he estado, estoy y estará siempre. 

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