28 de diciembre de 2011

De las que no te esperas ni de casualidad.

Me siento ridícula en la inmensidad del planeta. Y más aun si empezamos a mirar que la Tierra es un planeta de un subconjunto, de otro subconjunto.. y así infinitas veces hasta llegar al universo.
Me siento ridícula cuando me creo alguien conocido, y después llego a mi casa, y todas las caras que me cruzo en el ascensor son nuevas para mi. Y eso que vivimos en el mismo sitio.
Parece mentira que seamos siete mil millones de personas en este planeta y que como mucho conocemos las caras de quinientas.
Y que de esas quinientas hablemos con diez. Y que de esas diez, te quieran de verdad dos. 
Cerrar los ojos todas las noches, con el miedo de saber que algún día desaparecerás y si no te llamas Bill Gates o Stephen Hawking, y si me apuras Sheldon Cooper, nadie va a saber que pasaste por aquí, que pisaste este planeta, que intentaste hacerlo lo mejor posible. 
Nadie sabrá, que en el primer trimestre de mi ultimo año de la ESO, era un 7.44, que tuve un blog, que intente escribir un libro, que con 15 años solo por curiosidad intente aprender catalán y que de pequeña quería que me regalaran PlayMobils y no cocinitas.
Nadie sabrá, que en este mismo instante tengo un miedo atroz a levantarme y no volver a verte. Por eso, cuando estás cerca, te abrazo, te pego, te estrujo y te muerdo, porque me encanta sentirte, así, tan cerca de mi. Tan "que no te irás nunca y que estaremos siempre aquí, juntos". 
Caería en picado todos los días en tu cama, entre tus sábanas, no queriendo salir, ni falta que me hace. Abrazando cada milímetro de tu piel. Pasando una y otra vez mis dedos alrededor de tu ombligo.
Y que nos fundamos en uno.

-Ponte cerca. -¿Más? -Hasta que no sepamos donde empieza y termina cada uno.

Vale, ¿y ahora qué? Ahora, dejas que te sorprenda cada día, cada mañana, con un beso, como si fuera el primero, ahora me dejas caer a tu lado, en redondo y quedarme contigo. Para el resto de tu vida. De mi vida. De nuestras vidas. 

Y no te vayas. Por favor, no te vayas nunca. Porque quiero regalarte cada día una sonrisa, no de esas monótonas que ya sabes a que instante del día va a pasar, si no de las que no te esperas ni de casualidad.

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